martes, 28 de octubre de 2008

VIERNES 31-21 H. FIESTA DE LOS FINADOS EN SANTA BRIGIDA

Este Viernes 31 se celebra en la Villa de Santa Brígida la fiesta de los Finados. La cita comenzara a las 21 Horas en el Parque Municipal.

Santa Brigida , San Mateo, Aguimes siguen siendo de de las pocas localidades de la isla de Gran Canaria en donde sobrevive la vieja tradición de celebrar la fiesta de los finados: los difuntos tienen aquí su fiesta: en una noche , mágica y nostálgica, entre castañas asadas, nueces y anís. Una herencia que nos entregaron nuestros antepasados , cuya festividad forma parte de nuestro rico legado historico.
Calabazas contra finaos
La fiesta de Halloween, de origen celta y que se celebra en los países anglosajones, compite cada vez con más fuerza la noche del 31 de octubre con la tradicional velada canaria de los 'finaos'.
La Orden del Cachorro, que desde hace ocho años ha recuperado la tradición de la finada en pleno corazón de Vegueta, recuerda estos días por carta a profesores de escuelas públicas y privadas la tradición de la noche de los muertos. El objetivo de los responsables de esta asociación, que organiza una velada el mismo viernes 31 en la plaza de Santo Domingo tras la representación teatral del Don Juan Tenorio, es que desde los centros educativos no se "inculque" Halloween, una fiesta "que no nos representa y desvirtúa el verdadero significado de los finados, siendo solamente una fiesta introducida del mundo anglosajón y con fines totalmente comerciales". Esteban Guerra, vicesecretario de la Orden, señala que el año pasado ya pusieron en marcha esta iniciativa y que ha sido un "aliciente" para ellos que un grupo de colegios les haya solicitado "información" sobre el tradicional festejo. "Es una pena que en la mayoría de los colegios públicos se esté promocionando una fiesta anglosajona. No se trata de cerrarnos y mirarnos el ombligo, pero tampoco está bien que aceptemos todo lo que viene de fuera y eliminemos lo nuestro", añade Guerra.

Para acercarnos a la historia de esta festividad publicamos un resumen de un trabajo de Pedro Socorro,que podran encontrar en la pagina web:www.santabrigida-patronales.es
Tradición festiva:
...Desde siempre, la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de Difuntos han sido celebraciones religiosas muy respetadas por el pueblo grancanario. Era costumbre que los vecinos rindieran culto a sus difuntos y ofrecieran sufragios a las ánimas, que estaban en ese estado intermedio, el Purgatorio, desde donde las almas pueden ascender hasta el cielo, aliviadas por las plegarias de aquellos que aún están en la tierra. Muy raro era la parroquia que no poseyera entre su patrimonio pictórico un gran cuadro dedicados a las ánimas con el que decorar el templo y una cofradía para fomentar y sostener su culto.
...Una de las misiones de aquella hermandad consistía en que un grupo de unos doce o quince hombres, en su mayoría campesinos, formaban corros y se hacían acompañar de instrumentos musicales de sencillez primitiva para entonar, bien en la puerta de la parroquia a la salida de la misa, bien en casas particulares del pueblo, unos cantos típicos y especiales que los vecinos escuchaban con gran devoción y recogimiento. Era el Rancho de Ánimas, así llamado porque su fin era recoger limosnas para sufragios de los difuntos y para los gastos en cirios y velas de los oficios de ánimas, o de los entierros de los pobres de solemnidad que ni siquiera podían adquirir una caja mortuoria. Para estos casos, la cofradía encargó el 24 de junio de 1864, un ataúd público para transportarlos al cementerio, a cuyas dependencias retornaba luego para una posterior utilización.
En un principio, estos ranchos salían por el mes de los difuntos pero, dada la cercanía de la Pascua, continuaban por estas fechas. Su misión era recaudar limosnas para decir misas por las ánimas benditas, aunque constituía una fuente divulgadora del Evangelio que llegaba a las zonas más recónditas de nuestra geografía a la vez que suponía una fuente de ingresos para la iglesia. La ceremonia de réquiem, con procesión, se celebraba todos los lunes del año, aparte de la misa del Día de los Finados, pagándosele al párroco y al sacristán, cuatro reales por los servicios prestados.

La comida de finados
Pero aparte del recuerdo a los difuntos, los finados también era una fecha de gran significado gastronómico, en el que se elaboraban dulces típicos y otras viandas en cualquier casa del pueblo.
Esta práctica de los banquetes funerarios tuvo su entronque en las ofrendas de pan y vino, hechas en la función de los finados o sobre las sepulturas de las iglesias canarias durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Estas ceremonias eran señaladas en cláusulas especiales impuestas por los protagonistas en sus testamentos antes de su muerte, lo que pone de manifiesto el fervor religioso y los deseos de salvación del alma, en aquellos tiempos oscuros del Antiguo Régimen. Aunque estas celebraciones, de gran boato, sólo estaban al alcance de los más poderosos, pues para el cumplimiento de estas misas, algunas de carácter perpetuo, era necesario designar varias cantidades de dinero o gravar parte de su patrimonio.
La tradición de la comida de finados era eminentemente familiar. Consistía en una especie de merienda en la que se reunía toda la familia el día de los difuntos. Por la mañana se había ido a la iglesia, muy temprano, a oír misa de réquiem o novena por los finados, y se habían encendido las lamparitas de aceite o las velas, una por cada difunto familiar, ante la imagen religiosa de la casa o sobre la mesa del comedor, reviviendo el martirio de sus nostalgias. Había también en el ánimo de los presentes huecos para la tristeza, para el desasosiego, para las interrogaciones, y para el llanto desconsolado y liberador. Ya, a la tardecita, la madre o la abuela contaban anécdotas o recuerdos de los finados, haciéndolos presentes con sus palabras junto a la mesa, donde se había preparado el condumio, consistente en torrijas con miel de caña, nueces, castañas asadas, higos pasados, acompañado todo con vino, con anisado, o con el célebre mejuje, hecho con ron, miel de abeja y corteza de naranja.
En verdad, tenía todos los visos de una comida ritual: Se hablaba poco, se rezaba y los abuelos suspiraban pensando si llegarían a la comida del año próximo. Mientras, en la sala oscurecida por la llegada de la noche, si es que la luna no lo remediaba, lucían y crepitaban las lamparitas de aceite en honor de los muertos. Así comenzaba la noche de difuntos con el insistente doblar de las campanas, cuyos toques de ánimas, parecían suspiros lastimeros.
Esta costumbre ancestral se perdió hace muchos años, relegada a determinados hogares de la Vega de Enmedio, que celebraban los finados en la intimidad familiar con los primeros fríos de noviembre. Fue en 1995, cuando aquella íntima celebración de los finados, arraigada a nuestro folclore y al alma de la Isla, superó el ámbito familiar para trasladar, parte del rito, a la calle, como una forma de brindar por la salud de los difuntos. Fue gracias a la iniciativa de un grupo de vecinos del barrio de El Madroñal, en la Vega de Enmedio, auspiciado por el Ayuntamiento, que casi enlazaron sus fiestas invernales del Pilar con la conmemoración de los finados, aunque sin el recogimiento y el fervor que lo sustentaba hasta entonces, y a imagen y semejanza de los festejos que ya tenían lugar en la finca de Osorio, en Teror, en forma de asadero de castañas popular.
Como ritual de aquella primera fiesta de carácter comunitario, el Alcalde de la Vega de Arriba (San Mateo), Miguel Hidalgo Sánchez, y el de Abajo (Santa Brígida), Manuel Galindo Ramos, se intercambiaron productos de la tierra, recordando al mismo tiempo los trueques de artesanía por fruta que antaño hacían las talayeras cuando acudían, cargadas de vasijas en la cabeza, hasta la Vega de Arriba. Manzanas, castañas y nueces trajeron desde la Vega; vino, miel y bizcochos lustrados de la Fonda Melián, complementaron los de la Villa. Una costumbre entre estas dos localidades vecinas que hasta 1800 formaban un mismo pueblo, una misma identidad.
El éxito de la recuperación de esta costumbre etnográfica y cultural fue tal, que la plaza del Madroñal se hizo pequeña para absorber a tanta gente, lo que motivó que el Ayuntamiento trasladara al casco municipal el evento cuatro años después, a la sombra evangélica de los árboles del parque municipal y en medio de un gran jolgorio, entre isas y folías que más parece recordar el viejo refrán del muerto al hoyo y el vivo al bollo, nunca mejor dicho, por los deliciosos dulces de anís que se reparten.
Hoy día, esta la fiesta de Los Finados sigue celebrándose en el casco y en aquel pago de la Vega de Enmedio, pero revivida con tanto ardor y alegría que ya nadie desea retroceder a mentalidades cuyas concepciones sobre el más allá están cargadas de purgatorios e infiernos. Una herencia que hay que procurar que ritos extranjeros, la llamada globalización cultural a la que estamos asistiendo, o sencillamente el desamor, no lesionen, porque dañarían con ello el patrimonio espiritual y los sabores que el tiempo nos ha legado.

fotos y texto :


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buen trabajo de memoria historica. Felicidades al autor y a ustedes por estas paginas.

Anónimo dijo...

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