viernes, 18 de diciembre de 2009

La Presentacion del Libro de Antonio Santana y la satauteña Maria del Pino Rodriguez congrego a numeroso publico.

Con una sala totalmente desbordada de público se presento el libro: "Turismo y tradición en el pago alfarero de La Atalaya de Santa Brígida" de los licenciados en geografia Antonio Santana y Maria del Pino Rodriguez Socorro.
PedroSocorro , Cronista oficial de la Villa fue el presentador del libro,entre los asistentes miembros del centro locero de la Atalaya y la alfarera Maria Guerra y su hermano Felipe que han aportado a los investigadores valioso testimonios sobre
la tradicion alfarera del pago troglodita de la Atalaya que desperto el interes de cientificos extranjeros y y que era visita cotidiana de los turistas que comenzaban a visitar Gran Canaria.




Presentacion de Pedro Socorro Cronista Oficial de la Villa (extracto).

La Historiografía sobre el pago alfarero de La Atalaya me parece que todavía se encuentra en la fase inicial, representada por aportaciones parciales en revistas referidas a relatos de viajeros o artículos periodísticos sobre la alfarería tradicional o la singularidad de este barrio troglodita. Tal vacío no obedece a que el pueblo carezca de historia interesante o a que esta historia esté huérfana de fuentes. Éstas, abundantes, las representan desde las actas del Archivo Municipal, pasando por el espléndido Archivo parroquial, los protocolos notariales, las noticias de prensa, los pleitos de la Real Audiencia de Cananas, las descripciones de los numerosos viajeros europeos que visitaron la zona, los archivos de algunas familias con haciendas en la zona y los álbumes de fotos, y aquí recuerdo la magnífica colección de fotografías sobre la actividad alfarera de la FEDAC desde finales del siglo XIX, y que hacen de este pago, con unas 74 instantáneas, el más fotografiado de la historia de Canarias.
Lo que ha faltado hasta el momento es curiosidad por el pasado y profesionales de la historia, de la arqueología y de la cerámica, capaces de enfrentarse a su reconstrucción e interpretación. No quiero pasar por alto la tarea investigadora del arqueólogo Julio Cuenca Sanabria, quien desde los años setenta del siglo pasado ha venido realizando un excelente trabajo oral y de campo, atesorando un importante patrimonio inmaterial sobre aquel habitat y su actividad ceramista, o la del alfarero Gustavo Rivero Vega, quien ha estudiado e investigado sobre la tipología canaria de la loza de La Atalaya, y quien dispone de un inventario de casi doscientas.piezas cerámicas de este lugar, y a los que más de una vez hemos incitado a poner por escrito lo mucho que saben de la vida de este pueblo. Es la única manera de mantener vivo el pretérito, de explicar el presente, y de colaborar en la formación de una conciencia histórica en la gente. Mientras quienes nacen y viven en los escenarios satauteños no conozcan ni respeten su pasado, no lo amarán y no se sentirán orgullosos de haber nacido a la sombra de las cuevas. Quizá tengamos en nuestras manos un primer intento por subsanar dicha situación.
El trabajo de los doctores Antonio Santana Santana y Mari Pino Rodríguez Socorro, merecedor de una cordial bienvenida, constituye una primera contribución a la que no regateamos toda clase de felicitaciones. Es lo procedente. El libro es fruto de una línea de investigación que se inició en el año 2004 con la lectura de una tesis doctoral y que continuó con la publicación del libro "El Monte Lentiscal, un espacio de larga tradición turística", de dichos autores.
En su nueva aventura, y a través de 218 páginas, el libro "Turismo y tradición en el pago alfarero de La Atalaya de Santa Brígida" recoge una gran cantidad de aportaciones de viajeros sobre este territorio a través de un extenso repertorio de textos descriptivos, la visión de los turistas, el declinar de la actividad locera, la tradición aborigen, etcétera y aporta excelentes reproducciones gráficas de este pago, desde que comenzó a ser retratado por las lentes de autores como Cari Norman o Curt Hermann.
Pero también las peculiaridades de este barrio popular histórico de Santa Brígida despertó en el siglo XX la atención de varios artistas isleños, como el pintor indigenista Santiago Santana, Jorge Gramas o Cirilo Suárez, que nos dejaron bellas imágenes plásticas de La Atalaya como la que nos brinda la portada de este libro.
En el epílogo de este trabajo, quizá el más controvertido, los autores sostienen que "la tradición locera y el habitat en cuevas del pago de La Atalaya son hechos recientes históricos, que se explican por la llegada de inmigrantes procedentes de Fuerteventura a este pago a partir de comienzos del siglo XVIII". Y que la idea de la pervivencia aborigen en La Atalaya es fruto de la visión romántica construida por los viajeros decimonónicos, quienes, como Olivia Stone, se detuvieron a observar y maravillarse de aquel mundo exótico, cavernícola, primitivo. En otras palabras, el mito aborigen de La Atalaya tiene los pies de barro.
En defensa de esta hipótesis, es de señalar que los autores se apoyan documentalmente en un trabajo realizado en el año 2004 por los investigadores Zamora-Jiménez sobre el centro locero de Tunte. Y aquí es donde me apresuro a decir que estas conclusiones ni son exhaustivas ni deben ser aún definitivas, pues no dejan de plantear nuevos interrogantes.
La relectura de los capítulos que el lector tiene en sus manos y las teorías que los autores incorporan en esta nueva entrega historiográfica, proporcionan más de un deleite, más de una enseñanza, pero también más de una reflexión que, a manera de conversación, hacemos en voz alta.
De ser cierta esta hipótesis de trabajo, ¿de quiénes aprendieron e! oficio alfarero los majoreros?. ¿No existían ya talayeros que fabricaban vasijas de barros en años anteriores o, en cambio, estos crearon una industria de la nada?, ¿Esos emigrantes no se asentarían sobre un poblado prehispánico allí existente y afianzarían esa tradición ancestral transmitidas de madres a hijas de generación en generación de elaborar cerámica, sin torno, tal y como lo hacían las alfareras aborígenes antes de la llegada de los españoles?. Son preguntas aún por encontrar afirmaciones documentadas. .....

Deseo, finalmente, que el trabajo de Mari Pino Rodríguez y Antonio Santana por el ayer y anteayer de La Atalaya, despierte nuevas aportaciones y motive otros empeños por desentrañar el mito aborigen y, además, incite al ayuntamiento al cuidado del más importante centro alfarero de la isla, que merece hoy de mayor atención y estímulo, como el que despertó a los ojos de los viajeros y estudiosos en el pasado. Porque en el plano patrimonial, las cuevas y el poblado troglodita de La Atalaya son un referente internacional de primer orden en cuanto a densidad, cantidad, diversidad y monumentalidad. Y ambas páginas de este libro que hoy presentamos pone en valor este importante legado.
Me consta que hay un proyecto de rehabilitación. Es hora de que La Atalaya, crucero de culturas, cuente con un plan de protección de su casco antiguo, sus valores históricos y de ese rico patrimonio de viviendas bioclimáticas, reconstruyendo sus bancales y muros de piedras, a fin de mantener la personalidad peculiar de este lugar, que constituye un exponente ancestral muy cotizado para el turismo que nos visita,
Ojalá ese plan de embellecimiento mejore desde los chorros de agua aún existentes hasta sus intrincados paseos labrados en la toba, en los que de vez en cuando no estaría mal que aparecieran más bernegales de barro en La Atalaya y en otros rincones de la villa. Porque hablamos de la industria más antigua que se conserva en la Villa. Y hablamos de identidad. Las iniciativas para rentabilizar este patrimonio son aún muy escasas, la verdad, pero sería deseable adquirir y rehabilitar algún que otro alfar, señalizar aquel pago, recuperar el entorno del horno viejo, hoy bastante abandonado, y llevar a cabo un proyecto cromático de esta arquitectura singular y popular, porque en La Atalaya se encuentra la esencia de un pueblo que ha sido la fusión aún visible de la cultura del barro y del probable habitat aborigen. Invaluable patrimonio c
ultural, donde se conserva y esconde lo que ha sido el acontecer de la villa, de cara a convertirlo en un gran parque temático etnográfico, como lo denominan los autores de este libro.